Cuando le anunciaron a Aldemar Santa que se convertiría en propietario de un local en el Bicentenario Plaza, la noticia lo cogió sin un peso en el bolsillo, y ante la falta de recursos echó mano de su ingenio y creatividad para cumplir su sueño de salir de las calles. Las tablas de la cama, palos de escoba, cilindros de cartón y hasta maniquís viejos le sirvieron para decorar su nuevo negocio.
“La vida está llena de ciclos y la calle es una etapa que ya debemos cerrar. Hoy contamos con la bendición de tener nuestro local en Bicentenario Plaza, lejos del sol y el agua”, les dice Aldemar Santa a todos sus nuevos clientes, a quienes manifiesta que se siente afortunado de ser uno de los beneficiarios del proceso de reubicación adelantado por el alcalde Gustavo Vélez Román.
Tras pasar más de 20 años en la calle Sarmiento es uno de los más entusiastas propietarios, ahora además de las correas que comercializaba en la calle 27 con carrera 24, ofrece otro tipo de productos que el mismo confecciona en varias máquinas viejas que hacen parte del taller que tiene en su propia casa, “estuve dos años prácticamente lisiado por una dolencia física, pero aproveche ese tiempo para estudiar diseño de modas”, dice este artesano.
Con su trabajo de vendedor estacionario financió el estudio de sus hijos, la mayor está terminando contaduría pública, su mayor orgullo, el menor presta su servicio militar. “Este negocio es para ellos. Siento pena por las personas que habiendo recibido locales en el Bicentenario Plaza están protestando en la calles, interrumpiendo el proceso de desarrollo de la ciudad y valiéndose de la ingenuidad de otros vendedores para beneficio propio”, afirmó molesto.
“Todos vivimos lo mismo, todos probamos la calle, pero tenemos que cambiar de mentalidad, tenemos las mismas condiciones para estar en el centro comercial. Yo quiero ser un ejemplo para esas personas. Querer es poder. Si yo pude, ellos también”, agregó mientras atiende el local 81, que exhibe con orgullo.