Su mirada parece perderse en el recuerdo de un triste pasado que vivió por cerca de 30 años, tiempo que pasó en un andén de la calle 25 donde instaló una chaza para vender dulces y poder subsistir, negocio que según Sirley Escobar, decayó con el paso de los años, llegando a generar solo los ingresos para pagar un cuarto en Tres Esquinas y poder comer alguna fruta en horas de almuerzo, muchos veces, su único alimento del día.
“Los de espacio público me notificaron del proceso del Bicentenario Plaza y me dijeron que en unos días yo no podía estar en el andén de siempre; me preocupe más cuando me dijeron que yo podía comprar un local. La verdad es que no tenía un solo peso, solo deudas que me tocaba asumir para poder medio vivir, sin imaginar que ese anuncio era el principio de un premio que tenía Dios para mí”, cuenta Sirley, dejando escapar unas lágrimas de emoción.
El alcalde Gustavo Vélez Román y el gerente de Infituluá Rodolfo Ramírez, se apersonaron de su caso, poniéndose en contacto con ella para informarle que no tenía de que preocuparse, “me dijeron que como yo no tenía para mi local, me iban a contratar en Infituluá pagándome un sueldo fijo, con auxilios de transporte, y todas esas otras cosas para salud; al oírlos solo pude llorar. Aún me emocionó, no he parado de agradecerle a Dios, y a ellos, que a mis 52 años pudiera tener esta oportunidad”.
Tras realizarse los exámenes de ley y buscar un nuevo hogar, más cerca de su nuevo trabajo, Sirley comenzó las labores en el mantenimiento de los baños del centro comercial Bicentenario Plaza, y anqué los primeros días le costó un poco acostumbrarse, dice que hoy no quiere salir del Bicentenario, “yo soy sola, acá encontré una familia. Cuando me paguen voy a ir a comerme un Chop Suey, con esa carne picadita, siempre he soñado con eso. Es que yo nunca había tenido tanta plata junta en mis manos”, dice con una sonrisa.
Comunicado de Prensa No.280.56.1.765